jueves, 24 de mayo de 2012


Existe en cierta ciudad, olvidada por la mano de dios,  un pequeño bar situado en la esquina que hace de intersección entre dos de las arterias principales de esta ciudad, El Bar de los Suicidas. Pero este bar no es como cualquier otro, no señor,  este bar tiene su propia estética que lo diferencia de todos los demás.  Su puerta de roble antiguo rodeado por arboles gigantes que carecen de follaje no importa la estación ,árboles que ignoran totalmente la existencia de la primavera y sus colores,  le dan  junto con dos pequeños venituluz  ovalados sobre la puerta el aspecto de la boca de un monstruo, cosa que a decir verdad no está muy alejada de la realidad. Cuando algún pobre infeliz se atreve a cruzar el umbral e introducirse en sus fauces es casi hipnotizado por el antro que sus ojos ven. A la derecha una vieja barra estilo irlandés, atendida por un ser ,que hoy no sabría si describir como una persona,  un pseudo hombre de unos 45 años con arrugas marcadas como cicatrices y ese brillo en los ojos, ese extraño brillo que hay en los hombres que saben que son dueños de todo. Tras la barra hay una colección interminable de whiskeys, desde los que parecen destilados de orines de caballo hasta los que son dignos de un rey  y todos curiosamente al mismo precio. Pero lo que más llama la atención es que si uno observa con detenimiento y logra acostumbrarse a la oscuridad propia del lugar  puede observar que hay, alternadas entre las botellas, armas de todos los tipos y calibre. Cuando paseamos la mirada hacia el fondo del bar, podemos ver las mesas, oh cosa más sublime aquellas mesas, todas preparadas para una sola persona, en todas ellas una carta para elegir nuestra consumición, y en todas ellas papel y birome para explayar el tipo de pensamientos que solo se tienen en un lugar como ese. Mas al fondo vemos un viejo escenario donde siempre tocan el mismo pianista derruido por cantidades de años, whisky y tristezas y la misma dama cuyos ojos acompañados de su forma de mantenerse en pie nos dan una muy certera idea de cuantas veces le dijeron cosas que no eran verdad. Y sobre la pared izquierda uno se encuentra, si logro acostumbrarse a la oscuridad , con un collage de  portarretratos de los grandes suicidas de la historia, desde Periandro hasta Kurt Cobain pasando  por  Yukio Mishima, Eugene Izzi, Attila Josef, Horacio Quiroga, Jim Morrison entre otros en su gran mayoría músicos y escritores, cosa curiosa.
Recuerdo como si fuese ayer, tal vez haya sido ayer pues el concepto del tiempo no es mi mejor amigo últimamente, el sentimiento de hogar que sentí en ese lugar al dar el primer pasó a su interior y dejarme engullir por la bestia. Busque una mesa cerca del escenario para poder escuchar a la pareja cantante que esa noche parecían estar haciendo un homenaje a Warren zebon , música más que adecuada. Tome la carta y me puse a ojear entre el interminable número de variedades de whiskeys y armas y decidí abrazarme a mi viejo amigo de etiqueta negra y dejar que el me presente al señor  revolver .38 Smith and Wesson Special. Mientras que esperaba que la moza, no recuerdo su aspecto a decir verdad pero creo haberla conocido en otra vida, me acercara mi pedido me puse a garabatear en las hojas de mi mesa. Llego mi whisky tan seductor como siempre, tan delicioso como siempre, tome el revolver lo salude como se saluda a un viejo amigo diciéndole “tenemos una larga noche por delante”. Mientras escribía malas poesías en las hojas de mi mesa que por alguna razón se volvían más amarillas conforme pasaba el tiempo me puse navegar en mis pensamientos, Mis delirios me llevaron a recordar viejas anécdotas con amigos, charlas, lugares, bares mucho más alegres que esto, recordé también a quienes la parca había decidido llevarse. Recordé mi infancia y juventud las travesuras, maldades y desmanes que casi dejan a mis padres al borde del colapso. Recordé mis primeras borracheras, y como fueron pasando de festivas conforme la vida me daba sus hermosos bofetones de realidad y entre estos pensamientos aparecieron recuerdos de mis antiguos amores, del tiempo en que amaba, y apareció ella, ella tan única que merece un párrafo solo para ella.Trato de recordar y todo esta difuso… no recuerdo bien si la conocí en mi colegio el primer día de clases, no sé si la conocí matando su perro no sé si se me presento en una fiesta o si la encare en un boliche de mala muerte, solo sé que me hizo sentir que el mundo tenía sentido, me llevo a pensar que era un hombre que existía para cuidar a alguien, me hizo pensar que todo valía la pena. Recuerdo, eternos sus besos y la locura de su sexo, las mañas las esperanzas juntas y el triste final., siempre el triste final, ese que el mundo tiende a representar en cada pintura, película o canción… suena Warren zebon “she is too good for me” y pienso mientra sigo mandando whisky a mi garganta como si fueran caramelos, que  podríamos haber tenido un “y vivieron felices para siempre”. Pero la realidad es que yo soy yo, y yo estoy maldito, me maldijo mi cerebro, me maldijo mi experiencia y esta puta capacidad de calcular las probabilidades de todo lo que hago...en fin me cague a mí mismo por ser El negro que piensa y bebe.Termino mi medida de Johnny Walker, termino 100 medidas de etiqueta negra, y llamo a la moza pidiendo la cuenta, a sabiendas de que eso es el fin, sabiendo que soy prisionero en esta puta vida, sabiendo que llego el momento de dejar todo y ser feliz.Pago mi whisky y me voy cabizbajo dejando la .38 como propina, no puedo usarla. Tal vez soy muy cobarde para dar el paso final, tal vez soy un pobre diablo nacido para ser servil, tal vez soy un sapo de otro poso en el mundo de las decisiones, tal vez me depara un mundo mejor… o tal vez es más simple, tal vez no puedo irme porque necesito volverla a ver y perderme en el principio de sus faldas otra vez….ella cruel adicción, que olvida que siempre va a ser igual y me muero..y ella no esta. no puedo ser , me ahogo en ser feliz. 

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